Te busco
Pero no te encuentro.
Sin escondite,
te pierdes en el acelerado paso a tu propio más
delatando la vaga posibilidad de alcanzarte.
Pero sigo tras de ti,
tras un instante más que me sane.
Me sane de la necesidad de ti,
de esta soledad que has dejado en mi vientre,
de esta sed por sentir tus dedos
clavados en mi espalda,
reclamando que nos fusionemos.
Y sufro cada vez tu distancia,
sufro tu presencia inconstatable,
tu búsqueda, casi resignanda,
acariciándote solo en el milagro.
Dudo que pueda al menos dudar tu ausencia.
Si no estás, te recreo, te encuentro,
hasta que, sabiendo que nunca te fuiste,
vuelvas y vitalice mis deseos, mi espera.
En este inventado encuentro
acaricio cada noche tu espalda,
salpico de besos tus labios soñados;
trasciendo tu piel cada vez que te pienso
y bebo en tu conciencia corporeizada
lecha y miel,
turbias y amargas,
nutriendo esta sin razón
de tu presencia inventada,
tu ausencia sospechada
de tu vuelta, como reclamo, casi llorada.
Y para no morir
en esta insoportable espera
te despierto cada día,
y en mi memoria en ti perdida,
te arropo cada noche el alma,
te penetro cada mañana,
aunque los limites de la física
disipen tu presencia en mi almohada.
Te espero, cual futuro
hijo de un pasado
en una noche nacido y culminado,
Y en este presente,
Inexplicablemente ansiado.
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