Amigos colegas

martes, 30 de diciembre de 2014

Plenitud vulnerada


Horizontes infinitos de certezas y dudas
Que ensanchan nuestras miradas
y cercenan premisas
De lo que podemos y seremos


Confirman, a veces, algo de que ya somos
Recostados sobre ilusión de plenitud
Que siempre está,
Y por gracia,
Nuca sucede.



Totalidad inconclusa
Exactitud sospechada
Gloria insatisfecha
Realidad vitalizada,
Gracias a este ser pleno
Que transitamos,
Como eterna necesidad.




martes, 13 de mayo de 2014

NACE

Nace un día,

muere una noche,

sobrevive una madrugada,

nace una mañana.


Todos a la vez,

como modos diferentes de vidas,

sin más oportunidad que ser.

viernes, 16 de abril de 2010

CONCIENTE ILUSION

Llegas,
Te siento
No tocas
Y te abro la puerta

Te sientas,
Titubeas
Me lo haces sentir:
Solo estás de pasada

Intermitente y temerosa,
Vuelves,
Regresas
Zarandeas mis ansias
Agitas mis dolencias,
De nuevo te levantas
Y me dejas sin respuesta.

Te vas,
Vienes
Me abrazas,
Y Cuanto más,
Mi conciencia de ti más se encanta.

Y poco a poco se sosiega mi alma
Se desinteresa mi carne,
Casi muere tu imagen,
Que nunca trascendió el sueño,
Presencia inventada.

Si un día te enteras
De esta mi bien vivida ilusión,
Solo duda,
Sin preguntas,
No me pidas más confesión.

lunes, 22 de febrero de 2010

FUTURO DE UNA NOCHE

Te busco
Pero no te encuentro.
Sin escondite,
te pierdes en el acelerado paso a tu propio más
delatando la vaga posibilidad de alcanzarte.

Pero sigo tras de ti,
tras un instante más que me sane.
Me sane de la necesidad de ti,
de esta soledad que has dejado en mi vientre,
de esta sed por sentir tus dedos
clavados en mi espalda,
reclamando que nos fusionemos.

Y sufro cada vez tu distancia,
sufro tu presencia inconstatable,
tu búsqueda, casi resignanda,
acariciándote solo en el milagro.

Dudo que pueda al menos dudar tu ausencia.
Si no estás, te recreo, te encuentro,
hasta que, sabiendo que nunca te fuiste,
vuelvas y vitalice mis deseos, mi espera.

En este inventado encuentro
acaricio cada noche tu espalda,
salpico de besos tus labios soñados;
trasciendo tu piel cada vez que te pienso
y bebo en tu conciencia corporeizada
lecha y miel,
turbias y amargas,
nutriendo esta sin razón
de tu presencia inventada,
tu ausencia sospechada
de tu vuelta, como reclamo, casi llorada.

Y para no morir
en esta insoportable espera
te despierto cada día,
y en mi memoria en ti perdida,
te arropo cada noche el alma,
te penetro cada mañana,
aunque los limites de la física
disipen tu presencia en mi almohada.

Te espero, cual futuro
hijo de un pasado
en una noche nacido y culminado,
Y en este presente,
Inexplicablemente ansiado.

domingo, 13 de septiembre de 2009

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Madre siempre


Te das,
Te ofreces.
Te sangras
En constantes entregas,
Y siempre resuelta
A ser don,
Aunque duela.

Recibes,
Agradeces
Consuelas.
Todo lo impregna
De sueño
Utopía,
Esperanza,
De búsqueda y activa espera.

Reciprocidad casi plena
Sin confirmación,
Ni sospecha
Posibilitas e interpelas
Cada vez que en tu siempre ofrecimiento
Anticipa mi necesidad de entrega.

Tu silueta
Tu mirada
Tus abrazos
Y Correcciones severas
No recuerdan deslices
Sino solo sentido
Agradecimiento,
y añoranza de vida autentica

Hoy en tu ausencia
Agradezco tu siempre presencia,
Abrazo tu imagen
Siempre amando
Haciéndome sentir hijo y hermano,
Más allá de tu pérdida.

jueves, 23 de julio de 2009

DERECHO A SER HOMBRE
Por Héctor Martínez

I
Hoy he despertado con un nuevo reclamo,
Con una nueva esperanza,
Con un nuevo canto:
El derecho a ser hombre,
A liberar mis lágrimas fermentadas,
Por las posibilidades reprimidas
De sentir con otras
Sin atrincherar la vida.

Una vez más me reclamo,
El derecho a sentir
A vivir en ternura
A compartir la vida sin desnudar la esperanza,
Transitar por los sentidos del placer
Sin cosificar ni prostituir la belleza

Quiero sentir que tengo derecho,
Derecho a ser hombre
A enternecer la mirada,
A suavizar mi voz,
Y frecuentar abrazos

Derecho a redimir ese sentido de firmeza
Que confusamente me reclaman
Esta necesidad de conciencia
De un ser que vive y en amor se recrea.

Necesito que se me dé el derecho a mí mismo
A no perderme en el abismo
De una hombreidad
Que me niega la humanidad
Y dolorosamente surca mi alma,
Mi espíritu y mi corporeidad.

Quiero ser hombre, ya.
Despedir este ser socialmente donado
Y permanentemente confirmado
En la negación de la propia libertad.
Libertad y derecho de compartir la vida
Sin negar a otra su posibilidad.

Libertad de ser padre sin relegación
Libertad de amar sin miedo,
De entrega sin duda
De encontrar en la paternidad
Otro de los misterios que sanan mis contingencias.

Derecho a renacer,
Reencontrar mi gen de vida,
De sensatez,
Sensibilidad
Y sabiduría,
Irrumpidas por las imágenes sociales
De ese hombre que para ser
En la negación de sí necesita albergarse.

II
Sueño contigo mujer,
Con tus sueños
Con tus anhelos,
Que lloran la necesidad de hombres verdaderos.

Pero sufro el vacío de mí,
La escisión de lo que soy y para lo que nací,
El dolor de las historias que parieron
Este hombre que no quiero,
Pero que soy
Y que en la búsqueda de ese otro, sigo siendo.

A grito ruego a mi género
Que no me reclame que le avergüenzo
Pues solo quiero sentir que no solo sueño,
Que esta sed es de posibilidad,
De realidad que día a día estamos construyendo;
Que estos anhelos no son por pendejo,
Que puedo ser hombre,
Que puedo sentir que estoy viviendo.

Hoy te pido también a ti mujer
Que me permitas ser
Eso que ambos necesitamos reconstruir,
Ese hombre que relegó el amor y el sentir en ti
Y que en tus deseos domesticados
A veces extrañas y añoras.

Reconóceme tú también ese derecho,
Sin hacerme solo victimario
Pues también siento en mis texturas personales
La subyugación de mis ánimos
Cada vez que me busco,
Y que de ese hombre viejo quiero sanarme.

Hoy quiero reconocerme el derecho,
El poder y la capacidad
De sumar esfuerzo,
Y de abrirme a nuevas experiencias
Que trastoquen estos viejos sentidos
de masculinidad.

lunes, 23 de marzo de 2009

Metástasis social: la imposibilidad del no ser siendo

Epístola de una conciencia dormida con urgencia de reencuentro

Hoy, 31 del mes 12 del año 2,499.

Aquí en la Ciudad de los Vivos Sepultados

C/ Asunción de la indiferencia, N. No transparentado.

Residencia que espero no asuma como legado.

Héctor Ant. Martínez Diloné.

 

 En el ocaso de lo que pude haber sido, te dejo esta nota de desahogo y sucesión, esperando reencontrarme contigo en una nueva conciencia de saberme siendo sin necesidad de más certezas.  Mis notas comienzan recreándote lo que paulatinamente comencé a vivir y que sin embargo no fui capaz de detener por ti.  

  Nuestra sociedad estaba viviendo una etapa de metamorfosis estructural cuyo progreso era tan sutil que no se podía medir en categorías de velocidad-tiempo ni en categoría de extensión. Lo más que nos podíamos acercar era a una apreciación desde marcos valorativos en términos de intensidades.

 Era un proceso que sutilmente nos convertía en parte suya,  favoreciendo que en la medida que nos hacíamos segmento de él, nuestras constataciones se iban  haciendo menos evidentes, dado que al entrar en su parámetro de lo normal, ejercía mayor fuerza en hacernos parte de sí y por ende, en reconocerle como inevitablemente normal e inevitablemente necesario. Sólo quienes tenían la dicha de mantener cierta dosis de inmunidad y podían atisbar en esta metamorfosis su color de metástasis, podían mantener la chispa de la utopía y el sentido de ser humano que nos fundó como  seres.   

  Seguíamos inaugurando una sociedad en la que para sobrevivir necesitábamos cada vez más despojarnos progresivamente de todo aquello que nos daba la posibilidad de ser humano, de ser gente. Lo que nos caracterizaba como ser que era viviendo, no como ser que era existiendo, se convertía en razón para situarnos en condición de indigentes, aislados e insoportables; y  cada vez más, la negación de todo lo que nos hacía ser  persona se convertía en necesidad irrefutable de subsistencia. El egoísmo y la indiferencia ante los desdenes, desolaciones e infravaloración de la vida dejaron  de ser preocupaciones morales, y comenzaron a ser estrategias por excelencia de sobrevivencia.

  Estos cambios estructurales se explicitaban cada vez más en nuevos marcos de normalidad, vehiculados en la socialización de sueños, deseos, fantasías y expectativas de mera existencia, cuyas identidades nada tenían que ver con lo que sustantivamente significaba ser humanamente persona. En torno a esos deseos, sueños y  fantasías se configuraban marcos de relaciones que sustentaban nuevas formas de no ser, nuevos modos de morir al dolor que generaba la preocupación por ese otro que me encontraba, que me urgía, me interpelaba, que me descubría, me entusiasmaba y me acusaba con su sola mirada. Los reforzamientos de caparazones de nuestras propias honduras convocaban y centraban ya nuestros mayores esfuerzos y empresas.

 

Esto, traducido en acontecimientos interconectados de nuestras peculiares cotidianidades se podían apreciar en nuestras angustias por realidades que no representaban lo que vocacionalmente habíamos concebimos como nuestro verdadero más y como el real sentido de ser gente. Y la reminiscencia de esto último era la más auténtica decisión de precipitar el propio avocamiento a lo distinto, lo cual representaba otra de las más seguras señales del avenimiento de un ocaso que acortaba nuestras ilusiones.   

 

El sólo intento de querer hacer vida fuera de los sentidos de esta espiral metástica era la razón primera para que se nos situara como anacrónicos y desdichados. El propio precio y recompensa se hacían presente al instante: el dolor de un parto sin criatura.

  Lo peor de todo esto era la transfusión constante de este no ser que socialmente nos suministrábamos desde los escenarios más primarios y privados hasta los escenarios más formales y públicos. Nuestros hijos iban creciendo con esa savia que día a día les transfusionábamos con nuestros nuevos miedos, preocupaciones, sentidos y prioridades que nada tenían que ver con lo que en nuestros primeros genes conteníamos.

 Lo más impactante de todo esto es que cuando la adultez de ustedes nuestros hijos (ya para el momento decir queridos no era posible ni como recurso metafórico) era ya parte del zaguán que nos refrescaba, nos comenzamos a dar cuenta de que ya no sufrían ni el miedo a sufrir por el posible recuerdo de lo que no fueron y que dolorosamente ya en nuestra dichosa longevidad seguíamos siendo indiferentemente conciente de que por propia decisión fuimos renunciando a ello, postergando instantes de vida y utopías.  

  Dado que en esta nueva experiencia de no ser que se alimentaba de la progresiva ausencia de significatividades del ser, se hizo práctica dar cuenta de estos procesos de metástasis con unidades de medidas que lo hicieran parecer objetivamente real, constatable y normal, presentándose día tras días episodios y sucesos fríos, solo cuantificables, cual episodios cinematográficos, pero reales, en la que el dolor y la crudeza en que se despedían millones de vidas, representaban los principales distracciones. Se intentaba adormecer el propio dolor en el goce con el dolor de otros, que al parecer distantes, no eran suficientes para irrumpir esta espiral que seguía mutando la mirada y el corazón de los individuos y la sociedad.

  Las primeras y reiteradas presentaciones para confirmar que era un mundo real, con unidades de medidas concretas que sirvieran para simular una comprensión objetiva con sentido de obviedad de esta metástasis social, fueron el progresivo número de torrentes circulatorios coagulados por las impactantes fuerzas de la pólvora y el plomo que estaban siendo utilizados en los pueblos de Medio Oriente para seguir abriendo paso a esta nueva forma de no ser. También, se nos presentaban grandes episodios y sucesos de millones de identidades, sirviendo de novedad y sustento a tantos nuevos modos de no ser. Tampoco se dejaba de ostentar  el agotamiento de vitalidades naturales que sustentaban a esos sujetos autodenominados seres humanos, de lo que ya sólo quedan gritos dormidos en algunos longevos. Esos recursos naturales hoy son entidades reconstruidas y simuladas en recipientes de almacenamiento para la comercialización de esas necesarias posibilidades de no seguir siendo.  

 Esta mi conciencia que recobra su tensión en la medida que se acerca a su nuevo encuentro cósmico y con menos miedo al dolor de dejarse descubrir siendo, quiere hacer su entrega confirmando que se despedirá sin conocer el perdón. El perdón de sí misma, que no merece, no sólo por atrincherarse en las cicatrices de un planeta árido por nuestro desagradecimiento, sino más bien por haber apostado también a la generación de nuevas grietas que amurallaron a otros sin preguntarles o darles la posibilidad para resignificar y recuperar su no siendo que poco a poco fuimos trenzándoles. Hoy recreo mi agonía en la esperanza de ser redimido por reales intentos de vivir, de ser siendo, de recuperar los horizontes que revitalizan la peculiaridad de lo humano. 

  Cuando leas esto, criatura que participas de mis entrañas, quisiera que me recuerdes intentando volver a vivir siendo, siendo humanamente reconocible y vivible; trascendiendo la solo existencia, dando paso a la vida.

 Atentamente:

Tu Antepasado Recrudecido,

sábado, 25 de octubre de 2008

Presente

PRESENTE


Apareciste entre la espera desistida,

El desanhelo cultivado

Y la duda relegada


Apareciste sublimando la vida

Recreando horizontes

Trastocando esperanzas.


Apareciste entre guiones de dudas y verdades

De deseos, silencios y réplicas

Convirtiendo en ahora

Lo que idealicé como futuro

Y recreé cual pasado vivido


No apareciste, estás desde que te esperé

Estuviste desde que te dudé

Me convocaste desde que te soñé

Y en mi corazón te acogí

desde que tu ser siempre ahora, comprendí.


Hoy nos miramos,

Nos cuestionamos.

Entre abrazos y besos no del todo consumados,

Nos seguimos encontrando,

nos festejamos.

Tú con las posibilidades que me das

Yo, con la afectiva conciencia con que te reclamo.